Por: Bertha Teresa Bolaños
Foto: Antonio Alcalá
Con las mismas manos con que esculpe su vida me abrió la reja bajita de su casa en Crespo, la terraza era toda llena de los cactus que cultiva su hijo y al atravesar la sala supe que la historia era una fotografía de lo que hace felíz a cualquier mujer cuando se pertenece.
Rossana Lombana esculpe y trabaja a la sombra de su padre el fallecido escultor y Maestro Héctor Lombana pues asegura que es él quien le lleva la mano cuando comienza obras en las que pone el corazón entero.
Conversamos por no sé cuánto tiempo, se fue en un dos por tres, la encontré haciendo lo que fui a buscar, una maravillosa pieza en resina y marmolina de 1.80 por 1.20, grande como sus sueños. Es la pieza para un mural que se convertirá en el centro de un parque en donde se reunirán mujeres desplazadas y habitantes del municipio de Turbaco en el Departamento de Bolívar, la Liga de Mujeres Desplazadas le encargó la obra a la cual le puso el pecho y las manos para dejar su huella en ese lugar que, sin duda será un sitio para pensar en el futuro y olvidar el pasado.
Cuando Rossana decide esculpir esa pieza en donde niños y mujeres se funden en un abrazo eterno, no sabía de qué manera lo haría pues había que dedicarle tiempo, materiales y mucho estilo, la obra no estaría guardada, estaría a la vista de todos y en un parque en donde el tiempo y la brisa son constantes. Todos en el barrio de las mujeres desplazadas la están esperando con verdadero anhelo, confían en que el mural tendrá un sello de amor y verdad.
El barro aún sin ninguna forma demoró días en su patio fresco para convertirse en imagen, ella y su fórmula de trabajo conformado solo por Cristina Lombana y el tallerista Rafael Ortíz lo fueron manoseando hasta lograr una verdadera pieza llena de sensibilidad y con una historia propia, el desplazamiento no es motivo de tristeza, el nuevo lugar que las mujeres del barrio le darán a la escultura de Rossana Lombana es un espacio de alegría y de esperanza.
Rossana habla de todo y lo hace despacio, explica que está feliz porque no se imaginaba una pieza para un mural tan grande ni tan bella, lo hizo porque el tema le llenó el alma. El día que fui a ver su obra aún no estaba lista, los detalles finales serían esculpidos en el transcurso de la semana cuando la llevarían hasta el parque del barrio de la Liga de Mujeres Desplazadas pero ella se daba por bien servida, me dijo que lo más difícil para un artista era comenzar su obra y ya ese mural le pertenecía al mundo. Quedamos pendientes de ir hasta el barrio, ir a Turbaco a ver cómo luce ese eterno abrazo de los personajes de su escultura, nos despedimos hablando de nuestra vidas verdaderas , ella quedó asomada en su reja bajita con las manos que esperan otro pedazo de barro para convertirlo en esperanza…