IPCC, el nido donde la ciudad duerme

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Por: Bertha Teresa Bolaños

Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad, así lo establecen los papeles que reposan en la UNESCO y por eso en su momento se armó una alharaca justa. Nos alegramos hasta el infinito, celebraron con ceremonias dignas, sacamos pecho y se menciona en cuanto discurso pronuncian las autoridades.

Cartagena de Indias tiene a su haber una carga genial de cultura y de manifestaciones de la misma que, bien podrían ser el sello que nos deje bien parados frente al mundo y no la marca burda del “turismo sexual” que se inventó cualquiera para vendernos como el paquete de polvos bien echados a la orilla del mar, del mar Caribe.

La ciudad tiene desde sus inicios la alegría impregnada en su piel y la luce cuando salen los hombres y mujeres de barrio a pasear a sus hijos al campo de softbol en donde los esperan sus amigos para pasar un buen domingo. Todo aquel que viene a Cartagena se come su alegría y es de manera literal, la bola de maíz pira reventado, cubierta de miel de panela y con una astilla de coco que se pasea en poncheras calientes a pleno medio día esa es la Alegría, aunque no lo parezca, también se compra en la Plaza de los Coches, justo donde también se compraba sexo y se respiraba tristeza hasta hace unos días. ¿Entonces, por qué y en qué momento desaparecieron tantos símbolos a los que les debemos un obvio respeto como lo hace la gente de otras ciudades para no mencionar ninguna en particular?

Ya recibí la indicación para acreditarme como periodista y desarrollar mi trabajo durante las Fiestas de la Independencia, la diligenciaré como todos los años esperando que al final no me digan, como todos los años “olvidamos hacerle la suya, pero ya se la hacemos y le ayudamos”. Entonces me entregan un cartón escrito con marcador indeleble igualito al que le entregan a muchos que nada tienen que ver con nuestro oficio pero que cultivan sus amigos en el Instituto de Patrimonio y Cultura -IPCC, no importando si es de verdad periodista de la Heroica ciudad.

Lo anterior me obliga a recordar los años 90 y hasta 2003 cuando la exseñorita Bolívar, Mercede Rosales Dáger, se encargó de organizar las fiestas. El tema era otro, tenía otra cara muy distinta. Todos cumplíamos con el calendario estipulado buscando momentos de trabajo, integración, diversión y mucha camaradería, la prensa hasta se atrevía a salir en el desfile del 11 de noviembre con una comparsa que nos hacía olvidar por una tarde la carga de trabajo que teníamos por esas fechas. Ahora al parecer, nos da pena ajena repetir esos momentos.

De un tiempo acá, el IPCC muestra primero la cara falsa de una entidad alegre, sabiendo que en su interior se mueve la intriga, los intereses (concursos para escoger afiche que al final ni ellos mismos entendieron) la envidia, la altanería de algunos funcionarios enquistados en esas oficinas sin mostrar realmente cuál es el papel que en ella desempeñan.

El calendario de un año es lo más parecido al anterior, conversatorios con los mismos personajes de cultura, academia y música, se hacen en los mismos salones, se cierran las mismas puertas y se abren los mismos interrogantes dejándolos siempre abiertos.

Cartagena tenía unas fiestas de mostrar cuando eran las señoras de barrio las que vestían a sus reinas, cuando a punta de rifas se compraban los zapatos y accesorios, cuando los señores armaban los “Palacios Reales” y lucían su obra de la alegría por casi un mes pues era allí donde se recogía la plata para mantener a la reina en su trono.

No es entendible el hecho ahora porque se supone que IPCC tiene los recursos para vestir y preparar a las reinas, hace apenas dos años en la puerta de esta entidad poco diligente, lloraba la madre de una niña que se metió en la vaca loca del reinado y el día de su coronación no aparecía la plata para los zapatos, la reina usó unos viejitos de su escaparate particular quedando en desventaja porque se la tragó el casting de las que sí recibieron toda la ayuda institucional.

No se espera más de IPCC sino que se pongan a trabajar por unas fiestas sin improvisaciones, que se puedan mostrar con orgullo ante el mundo y desde ya por la internet. No se les pide más, sino que utilicen los medios locales de información como sus aliados y no como bocinas de actividades “por confirmar”. El IPCC tiene la obligación y responsabilidad de mostrar a Cartagena de Indias como lo que realmente es, la ciudad de la Alegría.

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