Por: Bertha Teresa Bolaños
Foto: @antonioalcala.fotografía
- Agradecemos al municipio de Tolú ( Sucre ) su hospitalidad, la confianza depositada en nuestro oficio, la importancia que le dan a nuestro medio de información y los mágicos momentos que hemos compartido en los patios de esa hermosa población. Siempre estaremos #ListosPaLaFoto.
De repente la orilla de la playa El Francés se fue llenando de colores, un ejercito de hombres con pieles brillantes se disponían a poner en marcha al menos setenta embarcaciones artesanales en las que semanas antes colocaron todo su amor y su arte hasta llevarlas a medirse en una hermosa competencia que se celebra en Tolú ( Sucre ) cincuenta años atrás. La Regata de Veleros Artesanales de Tolú fue organizada por la Alcaldía de ese municipio y más exactamente por su Secretaría de Turismo, Nidia Fernanda Cancio Tous, una jovencita trigueña atenta a que todos los detalles de este fantástico desfile estuvieran óptimos para que el color de los botes de velas se regara por su mar sucreño y quien dispuso con su amabilidad natural de nuestra estadía en Tolú.
Los capitanes de Los botes de Playa Hermosa, un barrio lleno de alegrías como carencias fueron los primeros en llegar a la orilla, allí estuvimos el día anterior a la regata tratando de entender de qué se trataba ese desfile de veleros regresándonos con la incógnita pues había que vivirla, sentirla y tal vez llegar a entenderla. Los hermanos Altamiranda trastearon maderas, telas, cabuyas, pinzas y martillos para lograr armar cada embarcación con la dedicación de un orfebre, al fin y al cabo los botes son el tesoro, en los botes salen de pesca y llevan comida a sus casas llenas de colores. Para llegar a donde la familia Altamiranda hay que cruzar un puente flojo de palo que ellos mismos han reparado una y otra vez y aún así lo crucé con la seguridad que iba a puerto seguro donde en efecto encontré varias historias que en vez de encoger mi alma me dieron ánimo para continuar en mi vida lineal y a veces cuadriculada.
Llegó el gran día, los botes estaban alineados de manera natural en la orilla de la playa, sus velas de colores llevaban bien sus nombres o bien algún aviso de publicidad de las tiendas toludeñas. Allí fue donde pude ver que esa competencia de honor la ganaba el capitán con el equipo que mejor se entendiera con la brisa. La playa se fue llenando de algarabía y emociones, los que confiaban plenamente en sus botes y los que dejaron ver su nerviosismo frente a lo incierto porque la brisa podría quebrar echando a perder todo lo hecho en equipo. Avanzaban, salieron por categorías, los menores, los de pequeñas fibras, los medianos y los de categoría grande de madera…todos esperaron su turno llenos de ron blanco para ponerle el pecho al viento y darle la cara al mar. Lucieron sus nombres singulares como sacados de simples anécdotas de pueblo o de algunos de sus amores viejos tal vez: “Ave de paso”, Y”o gano mi parte”, “La Bertica”, “Al fin carajo”, “Dos Veinte”, “Jimena y Ana María”, “Niños al mar”, “Trátame con cariño”, “Apocalíptico”, “Transmilenio”, “Maluquito”, “Poco pelo”, “Titanic” y la gran ganadora, “La Perrita”.
Los fui acompañando en un yate hasta la meta, la orilla de la playa en pleno pueblo estaba llena de gente esperando a los equipos, la música de banda embriagaban a hombres y mujeres que con gran emoción le hacían la venia a estos héroes, Hombres de Mar como lo describe el fotógrafo toludeño, Marco Antonio Barbosa en una de sus colecciones. La regata de Veleros artesanales de Tolú me enseñó que el miedo no existe y que el honor, sea por la causa que fuere, a veces mientras estemos vivos es lo más importante.