Usiacurí, un pueblo hecho de paja

Usiacurí-Atlántico
Artesanía en palma de iraca. - Foto: Antonio Alcalá.

Por : Bertha Teresa Bolaños

Fotos: Antonio Alcalá

Como un pesebre, así lo han calificado quienes lo visitan. Usiacurí es quizás el pueblo más pacífico que tiene Colombia, el sello de su arte lo mantiene en una calma prolongada que se siente apenas se pisan sus calles adoquinadas, limpias y empinadas, las tejedoras silenciosas a medio día y en el frescor de las tardes le dan paso al tiempo en ese municipio del Atlántico.

En sus inicios, Usiacurí se reconocía por sus aguas termales en donde se bañaban los turistas y luego iban en busca de un abanico tejido en paja para terminar de refrescar el paseo por la costa, después, los papeles se invirtieron; lo primero que buscan ahora los turistas son las misteriosas piezas de artesanía hechas en silencio, con puntadas de nostalgia como las de Bety, quien, como casi todos los usiacureños, aprendió el arte de sus abuelos. Bety teje después de hacer los oficios de la casa, su esposo le ayuda, sus hijos también colaboran, todos saben hacer piezas artesanales como si eso fuera una condición para ser familia.

En Usiacurí los niños aprenden a tejer en casa y refuerzan sus tejidos en las escuelas, una asignatura llamada artesanía les perfecciona puntadas y les recuerda diariamente que son usiacureños y orgullosos tejedores de la palma de Iraca. En las aulas de clases miles de puntadas a pleno sol se reparten la alegría de los niños y niñas, todos, sin vergüenza ni excepción elaboran piezas de magnifica textura y una belleza única.

El boom de la moda ha disparado gracias a Dios este tejido, me explica Bety entre una y otra puntada, vende dos docenas de bolsos  tambores o bolsos yoyo y se gana hasta 400 mil pesos, eso como la ayuda de todos en casa. Las piezas salen de su pueblo y les pierde el rastro mas no la esencia de lo que son a pesar que en las ciudades a  las que llegan se las adorna con brillo, metal y cuero para aumentar solo su costo más no su valor porque cada pieza en sí es invaluable.

Los patios de Usiacurí huelen a paja y a tinta de colores, a café y a medio día. Las niñas antes de ser mujeres adultas se dedican a ayudar y a tejer, cuelgan y seleccionan por colores la paja con la que sus manos maravillosas después le dan forma a piezas que sin duda alguna vienen revolucionando el mundo moderno del out fit.

La Casa Museo, romántica y silenciosa que guarda el recuerdo del poeta Julio Flórez tiene sus tiendas propias, hace ya 15 años dejaron de ser toldas improvisadas que ofrecían abanicos de mano a los acalorados turistas, fruteros, centros de mesa y canastos para llevar, ahora es increíble la cantidad de formas hechas a mano con el sello indígena del cacique Curí quien habitaba esa zona, esas mismas tiendas permanecen hoy con sus propietarios quienes de generación en generación han alimentado el arte y a sus familias con puntadas infinitas, ellos cuentan cómo ha crecido el negocio y se admiran de ver cómo las piezas en iraca han inundado las vitrinas del mundo porque siempre imaginaron que Usiacurí es solo un pueblo de paja encerrado entre colinas en el hermano departamento del Atlántico.

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