Las empanadas Chinas que dejaron huella en el Portal de los Dulces

Miriam mantuvo hasta hoy la tradición que por más de sesenta años dejó su padre, las empanadas chinas del Portal delos Dulces.

Por: Bertha Teresa Bolaños

Fotos: Antonio Alcalá.

Encontré a Miriam con la sonrisa de la nostalgia en sus labios, estaba repartiendo las empanadas chinas de la última producción del manjar que por más de sesenta años deleitó a cartageneros y visitantes en su local del Portal de los Dulces en Cartagena de Indias, dice en el aviso “ Restaurante El Portal” pero nunca nadie le dijo su nombre sino “ las empanadas chinas”. El padre de Miriam, ya entrado en años abrió el local y se lo dejó a la familia para que se defendieran con el producto que desde entonces ya era famoso, nunca ha habido competencia para esas exquisitas piezas gastronómicas, ni los perros calientes, ni las pizzas, ni las hamburguesas traídos desde un poco más cerca que la China han podido igualarlas. Los modernos Food Trucks no atraen tanto a los sabios comensales de estas empanadas y jamás nadie sabrá cuál es el secreto del inconfundible sabor.
El local estaba lleno como siempre, gente que entra y sale, con la diferencia que hoy es el último día y nadie paga el valor de su empanada, la idea es que se lleve el sabor en la memoria y no olvide jamás que allí estuvo Miriam y su familia a lo largo de más de medio siglo. Ella las acomoda en sus platicos de colores, como siempre, las organiza en fila, avisa a sus ayudantes de cocina cuantas más se necesitan y sale de nuevo de la cocina que la vio transitar desde sus quince años mientras su padre trabajaba en “ las empanadas chinas”, ofrece las salsas picantes a sus comensales impresionados con la nefasta noticia del cierre, a Miriam ya no le queda muy fácil pagar tanto dinero por un local en el Centro Histórico de Cartagena en donde los arriendos son inalcanzables, de allí que todo lo que se vende en ese sector de Cartagena sea costoso. Esa es, en últimas, la razón del final de las empanadas chinas.
A un lado del mostrador estaba Clara, una empleada del lugar que durante 28 años crió sus tres hijos a punta de empanadas chinas, con su trabajo, ella se lamenta de no seguir haciendo empanadas y no habla más…está muy triste.
El local nunca pretendió otra cosa que vender las empanadas chinas tradicionales, era tan básico que hasta su último día recibías la cuenta escrita en el mostrador con una tiza blanca de esas del tablero del colegio, nadie jamás se atrevió a borrar ese número que era la clara obligación del gusto que te acababas de dar. Sobre un papel de tienda servían las empanadas y nunca a nadie incomodó la presentación, era el sello de una exquisita tradición. Sobre las paredes, pedazos de cartulina color naranja señalaban la lista legible e indiscutible de precios, estaba escrita con marcadores. El lugar tenía hasta enchape como los baños pero eso tampoco importaba, cartagenero que se respete llegaba a las empanadas chinas, en su momento, era como un ritual masculino más que todo, los hombres salían de casa, se motilaban, embolaban sus zapatos y llegaban a las empanadas chinas, mi padre, por ejemplo las llevaba a casa los días de pago, solo hasta cuando crecí me hice presente en local del portal de los dulces a hacer la pausa cartagenera más sabrosa de mis diligencias.
La puerta se cerró pero el olor y el recuerdo de las empanadas chinas se pasea, quien sabe hasta cuándo, por todo el Portal de los Dulces, llega a la Plaza de los Coches y se extiende hasta la Plaza de la Aduana en donde se debaten temas como el alza de los precios en locales del Centro Histórico de Cartagena.

 

 

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